Vida del auténtico Andy Bengoa by Joxemari Iturralde

Vida del auténtico Andy Bengoa by Joxemari Iturralde

autor:Joxemari Iturralde
La lengua: spa
Format: epub
Tags: EPUB, OPF, OCF, OPS
editor: Alberdania
publicado: 2019-02-08T00:00:00+00:00


17

Bueno, aterricé en enero de 1975 en Montreal. Los inviernos de Montreal son rudos, en primer lugar porque el río que pasa por allí, el Saint Laurence, crea un frío especial. Yo no llevaba ropa adecuada para el invierno, recuerdo que llevaba noventa dólares americanos y no conocía a nadie, por supuesto. Y cuando iba a aterrizar en Montreal estaba pensando en mi situación, lo veía un poco duro. Ha sido una de las pocas veces que no he podido comer en un avión, por los nervios y el malestar, porque veía desde la ventanilla la nieve que había por todo Canadá y yo iba a aterrizar allí sin conocer a nadie, mi futuro no parecía nada claro, llegaba allí sin dinero y sin conocer a nadie, sin trabajo, y como no tenía ningún doctorado de científico nuclear, pues, tampoco iban a acudir a mí con los brazos abiertos.

Aterricé en Montreal, en la provincia de Quebec, al este de Canadá. Esa zona es francesa tanto de idioma como de hábitos, y es donde mejor se come de toda Norteamérica, por supuesto, gracias a la influencia francesa.

Aterricé allí y le expliqué mi caso al de inmigración, que no hablaba prácticamente nada de francés. Me llevaron a un cuarto y les dije que era desertor de la época de Vietnam. Estuvieron hablando conmigo y me dijeron que me iban a dejar pasar, que podía estar tres meses y luego tendría que acudir a una cita en cierto despacho. Cogí un autobús para ir al centro de Montreal, conseguí una pensión, era una habitación muy pequeña que tenía televisión, calefacción y cuarto de baño. Yo llevaba sólo noventa dólares americanos, la chaqueta del Ejército americano y un jersey para protegerme del invierno de Canadá.

Me daba mucha pereza salir todos los días a buscar trabajo, sobre todo con el tiempo que estaba haciendo y siempre había algo interesante en la televisión, pero no me podía permitir el lujo de quedarme viendo la tele siempre. Montreal es una ciudad moderna, muy bien organizada, el metro te deja prácticamente en todos los almacenes, en tu trabajo, en esa ciudad nunca tienes que andar en la calle más que una manzana, todo lo demás está construido bajo tierra. El único huevón que andaba por la calle era yo, Andy, manzana tras manzana, todos los demás iban directos a sus trabajos o a los almacenes, y claro, con el tiempo que hacía, con el frío que hacía, tampoco podía estar mucho tiempo en la calle, me tenía que meter en un sitio público para calentarme y tampoco podía gastar mucho dinero en cafeterías porque no tenía.

Y así pasaron unos cuantos días a base de sándwiches de mermelada y peanut butter, que es mantequilla de cacahuete. Y así un día se me acabó la pasta del todo, me quedaban como cinco dólares, fui hacia el centro otra vez y vi un cartel que ponía Centro Español. Entré y le dije al tío que estaba allí, era uno de Córdoba, que por un plato caliente o un bocadillo limpiaba lo que hiciera falta.



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